jueves, 9 de julio de 2015

La Pyrénéenne 2015

Largo y bonito viaje el que nos iba a llevar a Argelés-Gazost, atravesando los puertos de El Portalet, L'Aubisque y Solour ibámos camino de La Pyreneenne 2015, donde otros cuatro puertos míticos mas una encerrona me esperaban para atravesarlos, ahora sí, a golpe de pedal.


Tras dos noches durmiendo poco más de cinco horas, la anterior a La Pyreneenne no podía ser muy diferente. El calor insoportable, la cena copiosa y los nervios nos hicieron pasar a todo el Equipo muy mala noche. Así, quince minutos antes de que sonara el despertador, puesto ya de por sí a unas horas intempestivas, nos levantábamos de la cama. A mí me esperaba el completo desayuno de los campeones que, debido a la ya citada copiosa cena, me veía en la necesidad de reducirlo, de ahí a terminar el aseo, vestirme de ‘romano’, cuadrar alimento y herramienta en el maillot y a montar la bici, estrictas normas y pocas facilidades en el hotel, hicieron que durmiera en el coche.


Ahora a dar cuatro pedales y para la salida, llego pronto y me pongo en primera fila, ¿para qué? Pues para salir en las fotos, porque las ventajas de salir con los primeros las pierdo todas en el momento dan la salida y veo que el pavimento está húmedo, me bloqueo y noto como todo el mundo aprovecha mis excesivos huecos, las salidas no son lo mío y menos este año que me han faltado carreras. Por fortuna el bloqueo pasa pronto, ya hay que dar pedales pues pica hacia arriba, me animo y empiezo a adelantar posiciones, vamos junto a un río, pasamos por galerías, la humedad es excesiva, sudo mucho 'habrá que prestar atención a la hidratación', veo que me voy acercando a la cabeza de carrera ¡bien!.



Empezamos a subir El Tourmalet. Se ve un claro pelotón de cabeza que no tarda en dividirse en dos, al segundo grupo lo tengo a tiro, lo alcanzo pero me descuelgo, lo vuelvo a alcanzar y me vuelvo a descolgar. Por detrás hacemos un pequeño grupo, participo activamente, me encuentro bien, demasiado bien tal vez y en cuanto empieza el sufrimiento me quedo (este año me han faltado carreras), conmigo se queda un chico pero veo que va menos y acabo solo, tras de mi va avanzando un grupo hasta engullirme a falta de unos dos o tres kilómetros para coronar, reconozco un equipaje de La Eliana, me presento pues tengo un buen amigo en ese equipo, vamos a buen ritmo y me tengo que exigir para estar dentro, consigo aguantarles hasta coronar, el último kilómetro se hace muy largo debido al viento en contra, los gritos de ánimo de Bea llegan desde la cima y con su llegada el viento ‘desaparece’, veo la plateada estatua del ciclista, fin de la ascensión al mítico coloso. Como conozco mis limitaciones y llevo comida para toda la carrera, no paro en el avituallamiento, cambio bidón a mitad por lleno y me lanzo al descenso, el viento sopla y me da algún susto, paso La Mongie y las galerías, abajo en el fondo, las laderas desaparecen y solo se ve un manto de nubes esto es un viaje al averno. Al momento me empiezan a adelantar unos misiles, si el Garmin me indicó máximas de 78 Km/h, estos sobrepasaron con creces los 90 Km/h seguro, a pesar de todo, tras pasar el desvío hacia Aspin, les veo a todos juntos a tiro, si les quiero coger me tengo que exigir, lo hago y les alcanzo.



Ahora toca Aspin, primeros kilómetros llevaderos, últimos cuatro o cinco exigentes, a la cabeza del pelotón va un chico del Pais Vasco, que al igual que en el Tourmalet, marca un ritmo muy duro, retorciendo el cuadro bajo mis piernas me nace un chiste ‘¡o subís el ritmo o ya no gano hoy!’, coronamos y paramos en el avituallamiento, me alimento a base de orejones, recargo bidones y para abajo lo más rápido posible, para no perder mucho en la bajada. Las vistas… increíbles. Este descenso no se me da tan mal pero… antes del cruce de la carretera que nos llevará a Saint Lary me adelanta una ranchera con bici en el techo, al verme llegar, los voluntarios paran los coches y nos dan paso, pero la ranchera hace el stop, yo paro detrás, hasta que sale pasan unos interminables segundos, en los que veo como el grupo se aleja, ‘Juan vas a tener que remar aquí donde ya remaste el año pasado’, y así es, cuando les alcanzo y recupero el aliento, puedo recrearme en las vistas de Saint Lary con Le Pla d’Adet al fondo, 'qué recuerdos' le explico a Coro el compañero de La Eliana, seguimos rodando y aprovecho para darle las gracias la chico que había ido tirando en las dos ascensiones 'probablemente después de L'Hourquette no pueda hacerlo', así hasta comenzar la subida a…



L’Hourquette d’Ancizan por su vertiente más dura, puerto catalogado como primera categoría, pero las durísimas rampas con la ayuda del calor hicieron de él todo un ‘HC’. Aquí se rompió el grupo. Yo me quedé con Iñaki, al cual tengo que agradecer su ayuda y apoyo. Ayuda en la ascensión y apoyo en el descenso y tramo de pedaleo hasta la siguiente ‘cota’. El puerto precioso por sus dos vertientes. Fui reservón al inicio y por eso me descolgué, pero en su tramo final me costó no despegarme de la rueda de Iñaki, comenzaban mis horas bajas. El último aliento me llegó en forma de gritos de ánimo, Bea se había montado un pic-nic con manta ‘tortillera’ sobre la hierba para esperarme con un precioso bidón lleno de agua hasta arriba, no me hace falta coger comida, aprovecho para adelantarme y quitarme ‘un buen peso líquido de encima’, Iñaki baja como un tiro, se nota su experiencia forjada en la escuela de ciclismo, y yo a duras penas hago por no perderle de vista, lo consigo, pero aun así no paso por un buen momento y con amagos de calambres, pensar en volver a ‘remar’ para cogerle se me hace un mundo. Me adelanta un chico francés que lleva buenas piernas y pienso ‘esta es mi salvación’, le tiro el gancho y sufro hasta que alcanzamos a Iñaki, me pide relevos pero no puedo dárselos, enseguida me veo en un grupo de cuatro o cinco, sigo tocado y sigo sin poder dar relevos, Iñaki se queja porque 'estos no dan relevos sino hachazos’ y tiene razón, sobrevivo como puedo y comienzo a resurgir poco a poco, al final hasta doy algún relevo.


Pasamos varios pueblos y tomamos el desvío hacia Pouzac, entramos en un bellísimo bosque en el que se alternaba la niebla densa con la finísima lluvia, subimos el Col du Lingoust, no sé ni cómo ni cuándo exactamente, pero me vi rodeado de una parte de los integrantes del grupo que formábamos antes de comenzar la ascensión a L’Hourquette más nuevos integrantes. En la gráfica no parecía gran cosa pero este Col se le atragantó a más de uno, yo me había recuperado pero sufrí siguiendo el ritmo del grupo. Recargamos en el avituallamiento y para abajo. Tras el descenso Iñaki me buscó para decirme que se imaginaba que me había vuelto a quedar en la bajada, le explico que aquí no tengo problemas, es un descenso técnico por las curvas y a su vez no tan rápido como los anteriores, en el que me encontré muy cómodo. Ahora todo va a ser favorable hasta el desvío que nos conducirá a la última cima…


Hautacam, las horas bajas habían pasado y llegué todo lo fresco que se puede llegar con 170 Km en las piernas. Concentrado en la alimentación y con pedaleo ágil comenzamos la ascensión, no me cebo, Iñaki va por delante con mejor ritmo que yo y le dejo ir lentamente, no paramos de adelantar ciclistas, la gran mayoría de la prueba ‘corta’, pero también alguno de los que les perdí la pista hacía ya un rato. Esta ascensión fue muy distinta a la del año pasado en Pla d’Adet donde sufrí muchísimo y perdí varios puestos, con buenas sensaciones iba avanzando entre la espesa niebla por los durísimos kilómetros, chorreando hasta la cinta del manillar por la humedad y por el sudor, oigo el característico motor diésel de nuestro Seat '¡es Bea!', me adelanta sin ahorrar en gritos de ánimo y con la música a todo volumen '¡bien!'. A falta de cinco kilómetros me tomo un gel, el único con taurina que había traído y que guardé especialmente para el último empujón, la cosa no aflojaba, las rampas hacían crujir el cuadro en cada pedalada, llegué a ver el diecinueve por ciento en el Garmin, a unos dos o tres kilómetros de coronar salimos de la niebla, me cruzo con Carlos, un amigo de Valencia que ya iba de bajada, había hecho la corta junto a su hermano, me resume lo que me queda, las neuronas las llevo en las piernas y solo acierto a preguntarle por su hermano y recordarle que tenemos pendiente un ‘fondillo’, ahora solo estoy para acabar esto cuanto antes (disculpa Carlos que no te hiciera más caso), viene un duro rampón y luego afloja, sí, pero afloja en la línea del morlaco, no menos de un siete por ciento. Más allá está Bea me hace unas fotos, me pregunta que si necesito algo… ‘ya no, bueno sí... terminar, ¡vamos, que esto ya no me lo cuentan!’, sigo subiendo hasta que veo la recta que lleva al arco de meta, pica un pelín hacia abajo, meto el plato, aprieto los dientes y agoto las pocas fuerzas que me quedan, se acabó.

 

Bea llega corriendo, está contenta como siempre, que buena es, si no fuera por ella... me hace fotos, le doy un beso '¡ya está esto!', busco a Iñaki y le digo que nos tenemos que hacer una foto juntos y le explico mi teoría sobre la amistad después del sufrimiento que conlleva un Gran Fondo como éste (teoría ya conté aquí y que no repetiré). A partir de aquí todo fue muy rápido, en Valencia nos esperaban los niños, le pido a Bea el chaleco (aunque en realidad quería el chubasquero), como y bebo algo, me lanzo al descenso para soltar piernas, abajo después de la ducha y de reponer un poco, me pongo al volante y cogemos camino a casa.



Repito diploma de oro, muy contento con el resultado, según la organización me ha llevado 7:05:16, el Garmin dice que algo mas, en la general el puesto 46 y de mi categoría el 15 (30-39 años), no me hace falta mas, el trabajo que me ha traído hasta aquí solo lo conozco yo, se podrá hacer mas, mejor y obtener mejores resultados, pero dudo que con mas ilusión, solo hay que ver el número de mi dorsal, inscrito desde el primer día que se abrieron inscripciones. Pero hay algo que si desconozco... hago todo lo posible para que el entrenamiento no influya en la vida familiar, pero es difícil cumplirlo al cien por cien, cuando se tuercen las cosas, cuando estás cansado... afecta a mi humor y entonces solo el resto de integrantes del equipo saben el trabajo que cuesta soportarme, por estos momento y por permitirme seguir dando pedales, tengo que estarles eternamente agradecido.